Madrugada de sábado
Los días transcurren. Una extraña sonrisa se dibuja más allá de mi volitiva actitud. No tengo idea de que se trata. Algunas lecturas me ayudan a volver a anteriores estados de ánimo donde creer era más esencial. La casa, que una vez cree para mí, me rodea casi como antaño. Quizás el clima acompañe a vivir menos encerradamente, más abiertamente, con algo más de ventilación. Parece ser que otra vez torna el “estar en soledad” y no tanto ese sentirse en soledad que orada la gota que rebalsa. Todo gracias a que dejé de sentirte primero como algo necesario, segundamente como un mal necesario, y en tercer lugar… sólo dejo de percibirte como imprescindible. Dale gracias a tu denodada actitud desidiosa y a mi falta de paciencia y carencia de constancia.
Que sea lo que Dios quiera.
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Ya no puedo esperar aunque mi deseo espere.
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